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domingo, 19 de septiembre de 2010

El escuadrón perdido


El escuadrón perdido.



El 15 de julio de 1942 una formación de seis cazas P-38 Lightning y dos bombarderos pesados B-17 despegaron al despuntar el alba desde una base secreta del Ejército de Estados Unidos en Groelandia con destino al Reino Unido. Los dos bombarderos se unirían a la planeada campaña de bombardeo estratégico aliada sobre Alemania y los territorios ocupados.

La formación puso rumbo al este sobrevolando los hielos polares, pero no imaginaron que se iban a encontrar con una furiosa tormenta. Ya llevaban volando a ciegas durante un rato cuando les informaron que su primera parada de abastecimiento, planificada en Islandia, había sido cancelada por las inclemencias del tiempo. La autonomía de los aparatos no les permitían alcanzar su objetivo final de modo que tuvieron que dar media vuelta y regresar a su base de origen. Con los tanques de combustible medio secos comprobaron como el tiempo no les daba respiro, su propia base estaba bajo una fuerte tempestad y era impracticable. La situación se estaba volviendo muy complicada, la única solución era realizar un aterrizaje de emergencia en la costa helada del oeste de Groelandia. Tras unos instantes de reconocimiento localizaron un sitio con nieve nivelada dónde poder aterrizar.

El primer caza P-38 maniobró para tomar tierra pero su rueda delantera se incrustó pronto en una grieta partiéndola y clavando el morro en la nieve tras recorrer algunos metros más. A pesar del fuerte choque, el piloto salió con magulladuras leves. Al ver el resultado de la maniobra el resto de pilotos decidieron no desplegar el tren de aterrizaje y tomar tierra sobre sus panzas. El resto de cazas tomaron tierra sin mayores daños al deslizarse sobre la nieve. 



Las tripulaciones aguardaron nueve largos días a ser rescatados hasta que fueron recogidos por un equipo de rescate compuesto por trineos tirados por perros. Sin embargo los aparatos no tuvieron esa suerte y quedaron allí dónde habían tomado tierra.

El rescate de los aviones.

El devenir de la guerra continuó y poco se acordaron de aquellos aparatos perdidos en las gélidas tierras de Groelandia en 1942. No fue hasta el año 1980 cuando el estadounidense Patrick Epps, empresario aeronáutico, y su amigo el arquitecto Richard Taylor dieron cuenta del escuadrón perdido e iniciaron una misión de rescate de los aparatos. Patrick comentó a su amigo que los aviones estaban como nuevos, sin apenas daños que les impidiesen volar, era cuestión de quitarle la nieve de las alas, izarlos, abastecerlos de combustible y despegar… así de fácil.

Sin embargo el encontrar los aparatos no sería tan sencillo, les costó varios años de trabajo, fuertes sumas de dinero y varias expediciones hasta que por fin dieron con algo real a lo que aferrarse en su empresa. Para la localización de los aparatos utilizaron un sofisticado radar y a la ayuda de un geofísico islandés. Finalmente, ocho años después del inicio de la misión, el radar localizó ocho enormes formas bajo el hielo acumulado en más de 40 años.

Los trabajos de extracción comenzaron con la utilización de una pequeña sonda de vapor que perforó la capa de hielo. Más y más extensiones debieron ser añadidas mientras la sonda continuaba su viaje hasta que alcanzó al primer avión tras perforar unos 75 metros de hielo. Pronto se dieron cuenta de que sería imposible perforar tal cantidad de hielo para llegar a los aviones. 



Dos años más tarde, en 1990, regresaron con una nueva expedición equipados con una nueva máquina, “Supersquirrel”, que según ellos sería muy eficaz para sacar a los aviones de su prisión de hielo. El "Super ardilla", de un metro y medio de altura, envuelto con espirales de cobre a través de los cuales era bombeada agua caliente, derritió un pozo de más de un metro de ancho, hasta que tocó el ala de uno de los bombarderos B-17. Un miembro del equipo descendió por el agujero abierto hasta alcanzar el avión y usó una manguera de agua caliente para derretir el hielo y formar una caverna a su alrededor. Con los restos visibles emitió un informe; el bombardero estaba aplastado y seccionado por algunos de sus puntos, no tendría ninguna posibilidad de volver a volar de nuevo.

Tras este desalentador resultado Epps y Taylor emprendieron el regreso a casa. Al cabo de un mes y revisando los datos obtenidos pensaron que los P-38 tendrían mejores posibilidades de haber sobrevivido al hielo que los bombarderos. En mayo de 1992 volvieron al lugar junto con una nueva expedición y más financiación. El P-38 localizado estaba en excelentes condiciones bajo la gruesa capa de hielo.

Se necesitaron semanas de trabajo para lograr alcanzar al P-38 y, al igual que se hizo con el B-17, se utilizó una manguera de agua caliente para horadar una caverna alrededor del aparato. Bajo el hielo, el caza fue desmontado para poder subirlo y volver a montarlo en la superficie. Tras la extracción de todas sus partes fueron trasladadas en helicóptero hacia el puerto de Groelandia para ser embarcadas con rumbo a Estados Unidos para su restauración final.

A pesar de las excelentes condiciones de conservación la restauración se volvió muy complicada ya que había partes del avión que estaban muy dañadas por el peso del hielo y que no se podían ver a simple vista. Una vez terminada la restauración, el aparato conservó un 80% de sus piezas originales de fábrica.

Actualmente el P-38 Lightning está completamente restaurado y en condiciones de vuelo con el sobrenombre de “Glaciar Girl”



Bibliografía.
HAYES, D. “The Lost Squadron: A Fleet of Warplanes Locked in Ice for Fifty Years” Chartwell Books/Madison Press Book, 2007

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